Ano Jubilar de São Luís Gonzaga SJ: 9/MAR/18 a 9/MAR/19...


Queridos amigos en el Señor:

Por invitación del Papa Francisco, la Iglesia tiene este año su atención puesta en los jóvenes. El Sínodo de los Obispos, en Roma, sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, el próximo mes de octubre, y la Jornada Mundial de la Juventud, en Panamá, en enero de 2019, serán dos momentos significativos en los que la Iglesia quiere centrar su mirada en la juventud actual para escuchar sus inquietudes, sueños y esperanzas, además de enriquecerse con sus alegrías, iniciativas y apertura a la vida.

Precisamente en el período de preparación para estos dos encuentros, la Compañía celebra simultáneamente los 450 años del nacimiento de San Luis Gonzaga (9/MAR/1568, en Castiglione delle Stiviere) y de la muerte de San Estanislao de Kostka (15/AGO/1568, en Roma). Ambos jóvenes jesuitas testimonian sorprendentes historias de apertura a Dios hasta el punto de asumir opciones contraculturales. Sintiéndose llamados a dar todo de sí, ambos manifestaron una inequívoca voluntad de identificarse con el Señor, respondieron con determinación y entusiasmo a su vocación y superaron los no pocos y arduos obstáculos que se interpusieron para su ingreso en la Compañía de Jesús.

Para nosotros, dirigir la mirada a estos jóvenes jesuitas proclamados santos en 1726 por la Iglesia significa retomar la radical entrega de la vida a Jesucristo y a la causa del Evangelio, y ahondar nuestra integración entre vida y misión. Asimismo, supone crecer en libertad interior, de manera que podamos hacer del discernimiento –personal y en común- el modo de proceder cotidiano en nuestro servicio a la misión de Cristo hoy.

Por su parte, la Santa Sede, teniendo presente el aniversario del nacimiento de Luis Gonzaga, ha proclamado la celebración de un Año Jubilar Aloisiano a partir del 9 de marzo próximo hasta la misma fecha del año 2019. Como lugares privilegiados de peregrinación ha fijado la iglesia de San Ignacio en Roma, donde reposan los restos de San Luis, y todos los templos del mundo dedicados a este joven jesuita. Quiero, en consecuencia, invitar a toda la Compañía, en sus comunidades e instituciones –muchas de las cuales llevan el nombre de Luis Gonzaga- a encontrar la mejor manera de celebrar, en conformidad con cada contexto cultural, este tiempo de gracia, que atrae nuestra mirada sobre el enriquecimiento que los jóvenes suponen para la sociedad, la Iglesia y la Compañía. Esta iniciativa nos brinda una oportunidad sin par para dar a conocer la vida de este joven y santo jesuita, reflexionando y sacando provecho de ello, como lo aconseja San Ignacio en los Ejercicios espirituales.

Luis Gonzaga demostró una vigorosa personalidad desde muy joven. Nació y creció en un contexto familiar cristiano, donde se leían las cartas que escribían los misioneros jesuitas desde sitios lejanos, pero también mundano, cargado de sensualidad, ambición y violencia, que le prometía un futuro de riqueza, fama y poder. No obstante, con una sólida fe, una asombrosa libertad interior, y resistiendo presiones de todo tipo, buscó guiarse por la voz del Espíritu que resonaba en su conciencia, asumiendo el seguimiento del Señor como camino para su vida. Como San Estanislao, venció la resistencia de su familia y se entregó íntegramente a Dios en una Compañía de Jesús fundada unas décadas antes.

Luis Gonzaga sólo tuvo tiempo de darse enteramente a su formación; su entrega a ella justificó que se le considerara un ejemplo para los jóvenes jesuitas. Murió siendo estudiante de teología, a los 23 años, al contraer la enfermedad de quienes en Roma eran excluidos y marginados a causa de una atroz peste que acabó con la mitad de su población; atendiéndolos, voluntariamente arriesgó su vida y llegó al extremo de entregarla por ellos (cf. Jn 15,13). Ante su testimonio, Benedicto XIII lo proclamó en 1729 patrono de los jóvenes, Pio XI en 1926 patrono de los estudiantes y, en el cuarto centenario de su muerte, Juan Pablo II en 1991 patrono de los enfermos del sida.

Tengo la convicción de que el Espíritu de Dios sigue interpelando desde la fe y desde el sufrimiento de los pobres de la tierra a muchos jóvenes. Son muchos los que, en todos los países, anhelan un mundo sin corrupción, trasparente y honesto, en el que haya reconocimiento y lugar para todos. Son muchos los jóvenes que, de forma noble, audaz y generosa, desearían hacer algo por el bien de la humanidad y de sus pueblos; querrían que el sufrimiento de tantos desaparezca, que se logre la reconciliación entre personas y pueblos, que se proteja nuestro planeta y que la humanidad se guíe por valores trascendentes que den sentido al mundo y a la historia humana. Frecuentemente, sin embargo, muchos de ellos no saben cómo hacerlo.

Es el momento, pues, de escucharlos y preguntarnos cómo ayudar a los jóvenes a crecer profundamente en su fe y amor a Cristo de modo que puedan, con una valentía semejante a la de Luis Gonzaga, enfrentar los ídolos de la cultura dominante. Así mismo, teniendo presente que murió sirviendo no sólo a los que estaban enfermos de una peste sino a los que eran abandonados sin esperanza en las calles de la ciudad y mirados con temor, es la ocasión para examinar cómo podemos nosotros, como ministros de la reconciliación que Cristo ha ofrecido a la humanidad, ayudar a los jóvenes hoy a que superen todo tipo de aprensión y de rabia, suscitada políticamente ante quienes son “diferentes” o ante los “otros”, de modo que expresen acogida, confianza y compasión. Finalmente, sabiendo que Luis Gonzaga entendió la Vida Religiosa como una inspiradora opción personal de entrega de la propia vida por los demás, nos corresponde mirar cómo podemos presentar a los jóvenes de hoy la Compañía de Jesús y la Vida Religiosa como una gozosa opción de vida, para servir y dar vida a otros.

Termino pidiendo a María, Madre de la Compañía, que nos ayude a obtener la gracia de saber acompañar en la fe y en la vida a los jóvenes que tratamos y que acogemos en nuestras instituciones. Ella, siendo aún muy joven en la humilde población de Nazaret, acogió el llamado de Dios, se dejó cubrir por la sombra de su Espíritu y aceptó portar en sí y encarnar al

Hijo del Altísimo para bien de su pueblo y de todas las generaciones futuras. Quiera Dios que nuestro servicio a los jóvenes hoy sea, como en el caso de Luis Gonzaga, ayudarles para que “en todo” puedan “amar y servir”.

Con afecto en el Señor,
Arturo Sosa, S.I.
Superior General

Roma, 6 de marzo de 2018


0 comments:

Postar um comentário