Haciendo camino con la Iglesia, se puede percibir el profundo cambio que se está dando en nuestros días. Si la miramos desde la óptica eclesiológica del Vaticano II, la cual se fue redimensionando en otros documentos e vivenciando en las prácticas actuales. De la concepción que tengamos de la Iglesia dependerá la comprensión y ubicación de sus ministerios eclesiales.
Podemos hablar de la corresponsabilidad diferenciada del Pueblo de Dios, es decir, como clasificar las maneras de vivir entre sacerdotes, diáconos y laicos. Porque en ciertos ámbitos escuchamos varias opiniones, que se pueden resumir así:
Para algunos hay que "ayudar" al sacerdote, el cual "utiliza" los servicios de un cierto número de laicos. Esto llevaría a una estructura dirigente que posee el poder de decisión, y necesita un personal benévolo "ejecutante".
Para otros, compartir las responsabilidades en la Iglesia, es más democrático y sinodal; como una asociación que funciona de manera acorde, más fraterno y eclesial.
Por nuestro bautismo participamos en la vida y en la acción de la Iglesia para edificarla juntos. Esto hace parte de nuestra misión de cristianos. La sinodalidade es un camino nuevo en la iglesia latina e ocidental, no en la iglesia oriental. Oponerse a ello no parece ser una actitud buena.
Para quebrar a imagen centralizadora del presbítero es necesario contar con los laicos, valorizando sin temores el laicado y su vocación batismal. La Constitución dogmática Lumen Gentium, que nos recuerda: “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios.
Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento.”
Es bueno hacer memoria: la realidad clama y la creatividad, teniendo en cuenta el bien común, edifica sinodalmente la comunidad.
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