No somos jefes de una tribu... (cf. Papa Francisco)

 


No somos los jefes de una tribu, sino pastores compasivos y  misericordiosos; que no somos los dueños del pueblo, sino siervos que se inclinan a lavar los pies de  los hermanos y las hermanas; que no somos una organización mundana que administra bienes terrenos, sino la comunidad de los hijos de Dios.

Nuestro primer deber no es el de ser una Iglesia perfectamente organizada,  sino una Iglesia que, en nombre de Cristo, está en medio de la vida dolorosa del pueblo y se ensucia  las manos por la gente. Nunca debemos ejercitar el ministerio persiguiendo el prestigio religioso y social, sino caminando en medio y juntos, aprendiendo a escuchar y a dialogar, colaborando entre  nosotros ministros y con los laicos,

Si queremos ser pastores que interceden, no podemos permanecer neutrales frente al dolor provocado por las injusticias y las agresiones porque, allí donde una mujer o un hombre son heridos en sus derechos fundamentales, se ofende a Cristo.

"Para liberar del mal no es suficiente la profecía; es necesario extender los brazos hacia los hermanos  y hermanas, apoyar su camino"

Gracias, en nombre de toda la Iglesia, por su entrega, su valentía, sus sacrificios y su paciencia. Les  deseo, queridos hermanos y hermanas, que sean siempre pastores y testigos generosos, cuyas armas  son sólo la oración y la caridad, que se dejan sorprender dócilmente por la gracia de Dios y son  instrumentos de salvación para los demás; profetas de cercanía que acompañan al pueblo, intercesores  con los brazos alzados.


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