Una reacción lógica y justa a los ojos de la gente y que se podría ‘vender’ muy bien públicamente como una simple aplicación de la ley. Y terminar con el ‘escándalo’ cuanto antes. La ‘tentación’ para el comisario pontificio está ahí acechando, amén de las presiones del sector más conservador que le está pidiendo, desde hace ya tiempo, que corte por lo sano y aplique la ley.
Es evidente que ésa es la solución que daría al caso cualquier otra institución. ¿Pero la Iglesia no debería distinguirse también en eso? ¿No debería aplicar otra medicina diferente a la de la ley y del castigo a unas monjas erradas?
Solucionar de otra forma el cisma de Belorado significa apostar decididamente por la misericordia. Pero de verdad, no sólo como una palabra bonita. Significa activar, en primer lugar, el perdón sin límites y de todo corazón. Como Jesús en el Evangelio:
“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Y el Papa Francisco, en la recién celebrada fiesta del Corpus, acaba de subrayar una vez más: “Perdonad y levantad al que se equivoca y cae por debilidad o por error; porque todo es don y nada se puede perder, porque nadie puede quedarse tirado, y todos deben tener la posibilidad de volver a levantarse y retomar el camino”.
Monseñor Iceta: Perdón y misericordia total y absoluta. Hable desde el corazón con todas y cada una. Y que decidan libremente. Y seguro que la mayoría no quiere renegar de su carisma ni de su fe. Ayude económicamente a las que quieran irse. Y si quieren irse todas, regáleles el convento, para que puedan seguir viviendo en él. No las eche a la calle. Sólo así el arzobispado de Burgos y la Iglesia católica serán ejemplo y testimonio de misericordia. Y la gente podrá decir: “Mirad cómo se aman”.
Difícil? Para Dios nada es imposible!
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