Cipriani con el alcalde Lima también de Opus Dei...
El cardenal Cipriani vuelve a encontrarse en el ojo del huracán, después de que la Santa Sede confirma que sus sanciones siguen vigentes. Cipriani está dispuesto a morir matando. Ha emitido ya dos comunicados tratando de defenderse, el último de ellos después, de unas valientes palabras de su sucesor en Lima, Cardeal Carlos Castillo, llamando a los que todavía hoy defienden al primer cardenal del Opus Dei a que entren en razón. Los obispos peruanos también piden obediencia al Santo Padre.
Cipriani en su manadato protagonizó el matrimonio espureo entre los poderes neoconservadores en el mundo de la política, la empresa, la judicatura y la religión. Y lo hizo ocultando abusos, aupando el crecimiento de organizaciones radicales como el Sodalicio de la Vida Cristiana o el Instituto del Verbo Encarnado (el primero está a punto de ser disuelto, el segundo ha sido intervenido por Roma) y arremetiendo, hasta casi la extinción, contra la Teología de la Liberación, y los jesuítas de la Universidad católica de Lima.
Durante el mandato de Cipriani, tanto el Opus Dei como el Sodalicio acamparon a sus anchas en el país. La alianza entre Cipriani y Luis Fernando Figari (fundador del Sodalicio) fue estrecha durante décadas. Ídolos que resultaron tener pies de barro, como se ha demostrado en el caso de Figari utilizaron la obra –y el apoyo cerrado de la institución– para convertirse en un depredador sexual y tejer una red de negocios prácticamente infinita.
Cipriani dice que cese esta campaña de acoso y destrucción de su dignidad y su honor.
Me atrevo a sugerir algunas cositas al Cardenal caído en tanta desgracia: 1. Pensar más en la victimas que en si mismo y no solo en su honra y buena fama; 2. Retirarse a um monasterio para rezar y hacer penitencia; 3. Desacerse de todos los bienes adquiridos durante su mandato y doárselos a los pobres y necesitados...
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