Experiencia Interior... (Pe. Juan Carlos Rengucci, PSSC)


 

El conocimiento interior de Jesús para amarlo más y seguirlo, como se habla en algunos de los Ejercícios Espirituales (EE) no se alcanza haciendo reflexiones teóricas, sino que se lo reconoce en la experiencia como un don de Dios.

 

Esto me traer a la memoria esa vida interior, la cual se refleja en lo exterior y claro esta que no es teoría, pero tal vez para expresarlo las frases ayudan o teorizan las vivencias; siento que no quedan limitadas a un momento especifico, sino más bien que con el correr del tiempo fui profundizando en el día a día y a su vez me sirvió mucho el acompañar y sentir experiencias de otros que siempre siguen enriqueciendo mi vida. Es por eso que hoy comparto esta frase que me acompaña.

 

Cuando me preguntan por la experiencia ignaciana en mi vida, me hace decir que para mí es un Hacer experiencia de Dios y que Dios haga experiencia en mí. Es esta búsqueda donde Dios se deja encontrar y él me encuentra tal cual soy. Esto fue naciendo del proceso, como decía, del recorrido en los ejercicios, del descubrir lo que estaba cubierto. Y se vuelve un momento único, pero a su vez se va prolongando, se va profundizado y se hace carne en la vida cotidiana, en el rezar, en el oír, en el percibir, en el acompañar y en el compartir la experiencia de este Dios que me experimento también a mí. Esta conjunción se da cuando se hace espacio a Dios en la vida, es ahí que él actúa, encuentra su lugar en la persona humana, donde humaniza con su presencia y con la cual diviniza e ilumina toda experiencia. 

 

Al profundizar en la espiritualidad ignaciana vemos que el Dios que experimenta Ignacio es, ante todo, don gratuito que seduce sin imponer. Dios se manifiesta en su comportamiento, en sus días y noches oscuras, donde le trajo crisis, pensamientos pasajeros, pero también aquellas mociones que perduraron y guiaron a Ignacio a discernir aquello que lo acercaba más a Dios y sentía con intensidad en su interior. Fue así que Ignacio le dio ese espacio a Dios para que haga su morada en él, en ese corazón buscador y sediento de la gracia de Dios. 

 

Pero también es cierte que normalmente cuando hablamos de Dios muchas veces lo imaginamos distante o tantas veces inalcanzable. Pero al hacer esta experiencia interior, hace vivir una relación muy cercana y aquel que parecía lejos, está muy cerca, está dentro de nosotros mismos. Es ese Dios que nos da vida cada día, que acompaña nuestro camino, por eso es necesario dar una ojeada a nuestro interior para encontrarlo y darle el espacio para que haga su experiencia en nosotros y nosotros en él. 

 

Puede surgir la tentación es sentir miedo a nuestro propio misterio; tenemos miedo de sentir que nosotros podemos ser su cielo; podemos tener miedo de pensar que somos la casa donde vive y habita Dios. Pero recordemos que los hombres muchas veces resaltan los fallos, en cambio Dios se fija en lo bueno que hacemos. Aquí se puede recordar para finalizar “proprio es de Dios y de sus ángeles en sus mociones dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación que el enemigo induce; del cual es proprio militar contra la tal alegría y consolación espiritual, trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias”.

 

Que podamos hacer siempre espacio para que el Dios de la vida haga morada en cada corazón

 

 

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